Nadie escapa al destino, oculto o aparente, sereno o inclemente
Açougues em Foz do Iguaçu, PR
Nadie escapa al destino, oculto o aparente, sereno o inclemente
"Y todos volveremos a donde pertenecemos"
Mi nombre es Nabil Kammouni, soy un inmigrante en Brasil. He nacido en un pueblo, llamado Karoun, en el valle de la Bekaa, en Libano, el día 26 de agosto de 1982. Mis padres fueran maestros y mi padre también fue carnicero, y yo con orgullo hago parte de la 4ª generación de carniceros de mi familia. Tengo un hermano que gestiona la carnicería de mi padre em Líbano y una hermana que vive em los EUA.
¿Mas debes estar preguntándose cómo vine a vivir a Brasil?
Tratando de huir del destino, aun sabiendo que nadie puede escapar de él...
Teniendo como guía un corazón lleno de sueños y una alma resiliente y valiente, yo desafié a todos mis límites para realizar mis sueños y huir de los traumas del pasado.
Cuando niño, he sufrido muchas formas de prejuicio y bullyng a cuenta de la profesión de mi familia, fue intimidado por ser hijo de carnicero. El prejuicio hizo con que mi corazón si volviera más fuerte y me puso en contra de la actividad que por años, fue enseñada en mi familia. Tuvo muchas peleas con mi padre por ello. Intentando huir de mis recuerdos y mis temores, en 1 de junio de 2003, me subí a un avión rumbo a Brasil.
Dejé mi familia y me fue sin dinero, para ser más franco, embarqué para Brasil con US$184,00 nel bolsillo, que me había regalado mi padre. Me fue sin ninguna garantía, sin dominar el idioma, sin lugar donde alojarme, rumbo el desconocido.
Logo en 02 de junio de 2003, ya empecé a trabajar en Foz do Iguaçu, como empleado de una tienda de anteojos.
Tres años después, migré para el Paraguay, donde trabajé como vendedor en las calles de la Ciudad del Este, vendiendo máquinas fotográficas. Yo las compraba en las tiendas, las ponía en un saco negro y pasaba el día vendiendo en las calles. Ganaba cerca de US$1,00 por cámara vendida, si ganase US$2,00 yo saltaba de alegría. Yo cargaba en las espaldas una caja de papelón grande, llena de cámaras, cuando las vendía todas, llegaba a ganar US$10,00. Durante este periodo viví en un almacén. En estos años sufrí, pasé hambre, trabajé noche y día, intentando huir de mi pasado y prospectando mi futuro.
Estaba muy contento, pero en 2007 los vientos del destino soplaran inesperadamente y yo sufrí una fuerte pierda. Murió mi padre. No nos habíamos visto ni hablado desde que los dejé para venir a Brasil. Pero un hijo debe honrar a los padres y yo embarqué para el Líbano. Una vez allá, lloré la muerte de mi padre y lo enterré. La última imagen que tengo de mi padre fue cuando él me llevó al aeropuerto, para venir al Brasil, allá si despidió de mí y después solo nos encontramos en el funeral. Fue un periodo muy doloroso.
Después de esto, me quedé en Líbano por 03 meses, con mi madre. Guardé mis sentimientos en la maleta y me fue en búsqueda de mis sueños. Volví a Paraguay y en esta ocasión, el destino mi llevo, en 2008, para la ciudad de Salto del Guairá, frontera con el estado de Mato Grosso do Sul y Paraná. Allí permanecí por algún tiempo vendiendo equipos electrónicos como radioaficionado. Con la crisis financiera de 2008, volví a la Ciudad del Este, allí administré una tienda en el Shopping, vendiendo celulares y accesorios, trabajando todos los días de la semana, de las 7h a las 23h.
Hasta que un día, el destino más una vez, me desafiaba y trajo vientos difíciles. Mi madre fue diagnosticada con cáncer al final del año de 2011. Cuando lo subo, sin dudar volví al Líbano. En el año de 2012, me dediqué en exclusiva a atender mi madre, no trabajé todo el tiempo que llevó su tratamiento médico en combate a la enfermedad.
Cuando el médico dijo que mi madre estaba curada, volví al Paraguay. Ya estábamos a finales del año 2012 y yo debía incluso el dinero del billete del viaje, pues no trabajé por todo aquello año. En Paraguay conseguí un trabajo vendiendo neumáticos y trabajé uno año y medio en este trabajo hasta pagar todas mis deudas. En agosto de 2014, cuando estaba con mis deudas pagadas, le pedí a mi jefe, mi carta de renuncia. Le di las gracias por todo y le informé que estaba pensando en regresar al Líbano y trabajar con mi hermano, en la carnicería de mi padre.
Una semana antes de la fecha de mi embarque para Líbano, el destino volvió a soplar una chispa en mi corazón. Recibí una llamada de teléfono, que me informó acerca de una carnicería en venta en Foz do Iguaçu y podría ser un buen trato.
Mientras iba de camino a casa de un amigo, para pedirle prestado algo de dinero, luché conmigo mismo, entre la razón y la emoción, para decidirme entre comprar el billete para retornar al Líbano o para comprar la carnicería.
En este momento, me recordé de mi padre e de una de las últimas peleas que tuvimos, por cuenta de la carnicería. En aquel día, mi padre lloró y dijo: “Hijo mío, mientras mi corazón siga latiendo en mi pecho, yo, tu padre, te voy a enseñar la profesión de carnicero y un día, cuando estés solo, sim dirección, sin trabajo, en este día, te vas a acordar de mi como tu padre y vas a trabajar con carnicería, de forma digna e con honor.
Em aquel momento, cambié mi dirección, y en vez de un billete de avión al Líbano, hizo un préstamo y compré la carnicería en una esquina del Centro de Foz de Iguaçu. Era pequeña con 90m², incluso, se queda a 50 metros donde estamos hoy, se llamaba Açouguezinho da Esquina.
En 05 de diciembre de 2014, a las 9h de la mañana, entré en la carnicería muy triste, sintiéndome derrotado, por no entender qué hacía yo allí, en la misma profesión que siempre rechacé. Pocos minutos después de ter entrado, me llegó una llamada de teléfono, a las 9h20, mi primera llamada en el Acouguezinho. Una cliente dijo: ”¡hola! ¿Lo has abierto?”
“¡Si” dijo yo, “! ¡Lo abrimos!” Fue mi primera venda de carnes. ¡La cliente se llama Simara, e le vendí 33 kilos de carne! El primer dinero que llegó a mi caja registradora.
Pueblo, de las 9h a las 9h20, del mismo día, yo era solo tristeza. En estos 20 minutos me sentí derrotado, amargado, sufriendo por los 10 años que pasé desde que llegué por primera vez en Brasil. Yo tenía el sueño de hacerme rico, crear una marca famosa de ropa o de anteojos, sueño de ser un gran emprendedor. Pero, ahí estaba yo, en aquel momento, en aquella profesión, que no quería, que representaba todo lo que yo tenía rechazado. Pero cuando atendí a la llamada de Simara e hizo mi primera venda, empecé a sentir el olor del suceso del Acouguezinho da Esquina, no más olía a grasa (los niños del Líbano decían que yo olía a grasa por la carnicería de mi padre) y sí, a triunfo. Ahora estoy aquí, con la marca de la cual estoy más orgulloso del mundo, la marca Fino Corte.
La primera venda, fue suficiente para pagar las cuentas, así como traer la motivación de que yo necesitaba en aquel momento de mi vida. Yo pasé a luchar día tras día, en contra mis traumas de infancia. Busqué reparación y pasé a pensar en la profesión, que fuera de mi papá, de mi abuelo e de mi bisabuelo, como mi destino.
El Acouguezinho da Esquina, se mostró pequeño, solo de nombre y espacio, con sus 90m², en todo lo demás ha mostrado ser Acouguezão, pues allí yo vendía las mejores carnes de la región. Traje las mejores razas de ganado y los más caras del mundo y vendí tapilla de ‘wagyu’ por R$3.000,00 reales. O Açouguezinho da Esquina, creció y teníamos colas a fin de comprar carnes y sándwiches, que yo solía hacer.
En 03 años de trabajo, era necesario expandir el espacio para atender a los clientes y alquile un lugar para servir sándwiches de lomo alto. El suceso del sándwich fue grandioso y lo llamé de “O Famoso”. Los clientes hacían colas a fin de comprarlo y una vez más, con los clientes en mi pensamiento, tomé coraje y entendí que necesitaba expandir y salir del Açouguezinho da Esquina.
Desgraciadamente, en este tiempo, mi madre se enfermó otra vez y fue una vez más al Líbano. En mis brazos, poco antes de morir, mi madre dijo: “Moriré preocupándome por ti, te conozco, eres valiente y tus pasos son grandes.” Yo le prometí: “descansa en paz mi madre, nos los decepcionaré”. Mi mamá murió, hizo mis homenajes, me despedí y volví al Brasil, con la misión de dar orgullo a mis padres y honrar lo que mi enseñaran.
Yo dormía y despertaba planeando, trabajando, organizando y dedicándome todo el tiempo de mi vida a la carnicería y restaurante. Mi misión fue entregar con presteza, maestría y sofisticación el corte de carne que cada cliente merecía y esperaba recibir.
Así, mi trabajo ha recibido el reconocimiento y tuve que ampliar mi pequeña carnicería de esquina, que se convirtió en la carnicería y restaurante Fino Corte. En el día 10 de abril de 2018, abrí las nuevas instalaciones, pero todavía modestas del Fino Corte. Dios y un frondoso árbol, que allí estuvo desde que llegué, fueran mis testigos de que trabajo, esfuerzo, coraje y sueños cambian un desafío en realidad.
El” Açougue e Restaurante Fino Corte”, nunca se detuvo y la experiencia ofrecida es pensada justamente para proporcionar a cada cliente bien más que alimentación, ofrecemos memoria gustativa. Y una vez más, se repite la cena, pero ahora en una proporción mucho mayor. El Fino Corte tuvo que pasar por otra remodelación a fin de atender con calidad a vosotros, que aquí están. Cada cliente que se marchaba sin ser atendido por falta de espacio era una derrocha personal. Las colas de espera también me molestaban. Con la finalidad de solucionar esto, 05 años exactos después de la primera remodelación, más una vez, rompemos las paredes y transformamos el restaurante en un espacio más acogedor, como todos pueden ver ahora.
Me gustaría decir que, durante 10 años de mi vida, mis decisiones fueran guiadas por miedo. Yo no fue proactivo, todo lo contrario, yo esperaba por las oportunidades. Fue apenas cuando decidí tomar mis decisiones con valentía y no esperar y si crear oportunidades, que cambié mi vida, incluso para crear el coraje de ser yo mismo.
Y yo, un niño, que partió de su país, para huir de su destino, encontré en el coraje, las actitudes para poner en práctica todo el conocimiento que tenía y crear oportunidades para transformar mi propia vida e impactar la vida de las personas a mi alrededor.
Ahora, soy un inmigrante en tierras lejanas, y tengo orgullo en decir que hago parte de la 4ª generación de carniceros libaneses, que conoce el fino corte de las carnes y que, con maestría, más allá de alimentos, sirve memoria gustativa, más allá de cortes de carnes, ofrece experiencias y con orgullo comparte más que historias, ¡comparte su propia vida!
En mi vida, en las otras profesiones que tuve y la actual, de carnicero, siempre tuve el dinero como consecuencia y no como objetivo. Creo que cuando amamos lo que hacemos, por más fatigoso que sea, la tarea se torna una pasión. Todos los miedos y temblores que he vivido se transformaran en una fuerza motriz, para generar aún más pasión por todo lo que hago.
Yo despierto temprano y me acuesto tarde, me siento fatigado, pero, aun así, soy un enamorado. De mi experiencia vino mi declaración: ¡lo hacemos porque amamos! ¡Si estás aquí hoy, es porque yo he creído y creo en esto!
¿Pero y ahora Nabil, cuál el próximo destino?
Mi sueño es honrar y mantener viva la memoria de mis padres. Y con esto, estimular todas las personas que están estancadas por miedo, a que se muevan y sean valientes para crear sus propias oportunidades. Deseo animar personas de todo el mundo, a luchar y tener el coraje para conquistar sus sueños, sin importar su tamaño. Deseo que no se queden a la sombra del miedo, sean sus propias luces. ¡No desistan nunca!
¡Tengo en mi corazón, mucho amor y gratitud por tres naciones, Líbano, Brasil y Paraguay y de este amor, que no ve frontera, me gustaría que la marca Fino Corte, llegase a todos los lugares y con eso ganase el mundo!
¡Hacemos lo que nos encanta!
Nabil Kammouni